Tangentópolis

PARTIDO POPULAR / DEMOCRACIA CRISTIANA

Algunos historiadores sostienen que la corrupción fue la causa de la decadencia del Imperio Romano. Sin ir tan lejos, los abusos y el nepotismo provocaron la crisis del sistema político italiano en los años 90 y, como consecuencia, la desaparición de la Democracia Cristiana que había gobernado el país de forma hegemónica desde 1945.

Lo que está sucediendo en España se parece mucho a lo que pasó en Italia hace 20 años cuando un grupo de jueces decidió acabar con la corrupción de la clase dirigente. Aquella etapa ha pasado a la historia con una palabra que no puede ser más expresiva: Tangentópolis, que se podría traducir como la ciudad de las comisiones.

Nuestro país se ha convertido en una gigantesca Tangentópolis con una clase dirigente bajo sospecha. Las evidencias de corrupción en el PP y en el PSOE son aplastantes, pero también lo son en la Casa del Rey, las instituciones del Estado y el aparato financiero.

De hecho, la corrupción es un sistema de vasos comunicantes en el que las empresas financian ilegalmente a los partidos, sus dirigentes se lucran a cambio de favores y la Justicia, de por sí lenta, se encuentra con miles de obstáculos para investigar. Así fue en Italia y así es en España.

A pesar de ello, Tangentópolis se saldó con 1.200 condenas de políticos y empresarios y con una decena de suicidios, como el de Raúl Gardini, presidente de Ferrucci. Aquí no se suicida nadie.

Tangentópolis provocó la disolución de la Democracia Cristiana, que tuvo que ser refundada. Más de un centenar de sus dirigentes fue condenado a penas de cárcel mientras que Andreotti y Forlani tuvieron que sentarse en el banquillo.

¿Puede desaparecer el PP si se demuestra que su plana mayor cobró sobresueldos de origen ilegal que no se declararon a Hacienda? Yo no lo creo. Y tampoco que Arenas, Cascos, Acebes o Rato acaben en el banquillo.

En Italia se purgó a los culpables, aunque no sirvió para regenerar la vida política porque la catarsis judicial ayudó a ganar las elecciones a un personaje como Berlusconi.

Aquí no se podrá jamás probar algo, no sólo porque las huellas de los delitos han quedado borradas sino además porque la Justicia es incapaz de llegar hasta el final de esta trama. En ese sentido, la investigación interna del PP carece de credibilidad por su falta de independencia.

Pero la gran similitud entre el PP y la Democracia Cristiana italiana radica en su connivencia y su laxitud con una corrupción que no se ha querido atajar y que se ha extendido por todo el cuerpo como un cáncer. Ya somos ciudadanos de Tangentópolis. Bienvenidos al espectáculo.